Reelección,
ratificación, equilibrio y periodo presidencial
Julián Padilla
La reelección presidencial
en la nación dominicana y de los demás cargos electivos, incluyendo plenos de
órganos constitucionales, tienen una responsabilidad infinita, para explicar el
triste derrotero al que hemos llevado la democracia en la nación dominicana.
Precisamente, por permitirse
la reelección, los gobiernos de turno y los poderes del estado, se confabulan y
forman redes mafiosas, que buscan la perpetuidad por un lado y la impunidad de
sus corrupciones, apostando como siempre al olvido, al tiempo y a los acuerdos
para la próxima sucesión en el poder, de forma tal, que facilitándose las
transiciones convenientes, el anillo de poder de turno salga ileso, a pesar de
sus actividades delictivas.
Los blindajes para
garantizar esto están a la vista de todos, aunque las narrativas de la
independencia de criterio para la aplicación de lo justo, se utilice como
estandarte, pero en la práctica, la gente sigue percibiendo más de lo mismo.
Esta misma posibilidad de
reelección, permite a los partidos de gobierno, apertrecharse, prepararse,
asegurarse el poder casi absoluto, utilizando los recursos del estado, el
presupuesto nacional, manipulando el flujo de recursos hacia entidades
criticas, imponiendo posiciones clave a conveniencia, de forma tal, que el
axioma de la política al que toda la partidocracia se aferra, llegar y
mantenerse en el poder, es más importante que el interés nacional.
Es precisamente ese maltrato
de todos los que han pasado por la cosa pública hacia el interés y la salud de
la república, lo que ha caracterizado el accionar de los funcionarios, que han
hecho parcelas suyas las instituciones del estado, para imponer voluntades, por
encima del compromiso institucional y la razón de ser de las mismas.
Este proceso de degradación
institucional es evidente y se refleja necesariamente en la calidad de los
servicios públicos. El objeto de servir se ha sustituido por la creencia de
mandar, porque nos gusta dar a entender que tenemos poder, sin importar la
naturaleza de nuestro que hacer institucional.
De aquí que el daño que ha
hecho la actividad pro reelección en el país, ha sido enorme, y al parecer, ese
espíritu caudillista adorna a todos los que se creen que pueden ser
presidenciables, no entiendo en base a qué condiciones distintas a la apetencia
del poder.
Pero basados en esa práctica
odiosa de la reelección, esta la falta de equilibrio en las cámaras
legislativas. Fundamentadas en un método que se presta a prácticas mafiosas
como lo es el método D’Hont y ese discrecionalidad que se le permite a los
partidos para tener reservas, cuando el derecho a elegir y ser elegidos no es
de los partidos, sino de los ciudadanos.
Ese equilibrio en las
cámaras es tan fundamental y crítico, que debe imponerse, luego de un
saneamiento de los ventorrillos políticos actuales, que se dará de manera
automática, desde que se corte la fuente de financiamiento a los partidos con dinero
público. El tigueraje de formar un partido para vivir del más pendejo, debe
terminar en la nación dominicana.
Desde que ya no exista esta
disposición de financiamiento, los que realmente han querido chupar de la teta
y que realmente no les importa la nación, que son la mayoría, irán dejando de
lado el ventorrillo y se unirán a otros partidos con mayores posibilidad de
acceso al poder.
Pero tampoco podría ningún
legislador reelegirse, pues ese mismo criterio para la mafia y la corrupción se
siembra en esta misma posibilidad, sobretodo, alimentándose de sobornos,
coimas, lobbies y hasta financiamiento del crimen organizado.
Pero algo fundamental en
este modelo de democracia que proponemos, es la ratificación de medio término
de todos los cargos electivos y plenos de órganos constitucionales. A mitad de
camino, que El Soberano Mandante, el pueblo dominicano, decida si las personas
electas, completaran su mandato o si serán sustituidas por no haber cumplido su
papel en los cargos que ocupan.
Estableciendo esta
posibilidad, termina de inmediato la cogioca, y las personas electas se
integraran desde el primer día a su trabajo, sabiendo que no podrán reelegirse
y que además, a medio término, si no dan pie con bolas, se van para sus casas.
Pero tres auditorias patrimoniales a cada funcionario: al inicio, a medio término
y al final del periodo. Con castigos ejemplares para los que hayan cometido
actos de corrupción y logrado enriquecimiento ilícito.
Claro implementar estos
puntos implican la realización de un Referéndum, que lo hemos denominado, El Referéndum
del Soberano Mandante. Y dentro de su capacidad plenipotenciaria, están estos
puntos señalados y en adición, establecer la agenda legislativa y realizar
cualquier cambio a la constitución y las leyes que sean necesarias.
Algo que podría ser
importante, para atenuar aquello de que cuatro años no son suficientes para una
gestión presidencial, seria la ampliación del periodo presidencial a cinco
años, pero dejando la ratificación a medio término como una condición
indispensable.
Sabemos que estos cuatro
puntos no serán suficientes, para lo que sería una verdadera reingeniería del
sistema de gobernanza en la nación dominicana. Pues El Soberano Mandante como
dueño de la fiesta, puede rescatar o delegar el poder que como soberano le
pertenece.
La manipulación legislativa
siempre dañina por estar históricamente apegadas a intereses infernales, tiene
que ser abolida, con una agenda legislativa pre aprobada por el Soberano
Mandante.
El método para el accionar
del soberano mandante, que necesariamente está por encima de los partidos y de
cualquier gobierno de turno, deberá reformularse, tal vez con la introducción
de mecanismos de supervisión y participación directa, para que el adiós de la
malsana partidocracia que hemos desarrollado sea completo.

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