La no respuesta es la respuesta
Julián Padilla
Aunque a los personajes del
sistema, que se sienten por un tiempo con poder les parezca que dominan la
partida, la naturaleza del hombre lo lleva muchas veces a dar respuestas más
dolorosas que las violentas, como lo sería el elegir la no respuesta como respuesta.
Es que seguimos creyéndonos
el cuento de que somos el más que manda, y no contamos con que una política,
una ley, un decreto y hasta la misma constitución de la república, “no vale ni
el papel en el que están escritos, si El Soberano Mandante le niega su apoyo”.
Creo que en alguna ocasión compartí
la historia de un afamado director de una importante empresa de servicios de
categoría mundial, con oficinas en República Dominicana. En esa oportunidad
mientras conversaba con ese director, le entró una llamada telefónica, era uno
de sus gerentes, quien le comunicaba que no le era posible visitar un cliente
con asiento en Haití y su motivo era, “que tenía en proceso exámenes de la maestría
que cursaba y no podía perder la materia ni el semestre”.
El director se ofreció para
brindarle toda la seguridad posible, llegó al extremo de indicarle que hasta
viajaría con él. Pero este gerente, con
todo el respeto del mundo le indicó, que no realizaría esa visita a ese cliente
hasta que no terminara sus exámenes. La urgencia de la visita era clara y el
director no tuvo otra alternativa que informarle al cliente que debería re
calendarizarse la visita. En el fondo, nadie quería arriesgar su vida, dada la
violencia que desde ese entonces viene manifestándose en Haití, sobre todo en
Puerto Príncipe.
Recuerdo que cuando el
Director terminó la llamada con el gerente, le pregunte: ¿Quién tiene el
poder?. Y ese alto ejecutivo de esa empresa, solo atinó a suspirar y mal
humorado me dijo: no puedo obligar a
nadie a que arriesgue su vida para servir a un cliente.
Esto que otros gestores
pudieron haberlo manejado con otros niveles de conciencia y de exigencia, nos
sirvió para una reflexión que terminó en un escrito que denominamos ¿Quién
tiene el poder?. Pero es precisamente la pregunta que debe hacerse todo el
pueblo dominicano, frente a leyes y medidas, imposiciones que le dañan su
calidad de vida.
Ese mismo soberano mandante
que ha venido durmiendo en los brazos de Morfeo, gracias a la estrategia de la
partidocracia, de mantener la anestesia a través de los cuadros políticos de
sus principales carteles, para que la población se mantenga dormida y se
distraiga mejor buscando que comer, y se
olvide de los grandes problemas nacionales, mientras se mantiene con respiración
artificial nuestra súper democracia.
Es lo que se ha querido, que
“la gente buena” no se involucre en política, para que los burladores
diseminados en los carteles de la partido mafia, se alcen para siempre con el
santo y la limosna y con ello, se perpetúe la vigencia de un sistema incompetente
y con hedor natural a difunto.
A veces se escuchan llamados
al despertar popular y da la impresión de que tomar la calles implica
necesariamente el desorden, el caos y la violencia, porque esto siempre trae
consigo una alta peligrosidad y daños a la propiedad de personas, que no tienen la responsabilidad de los problemas
que se desean combatir.
Por eso elegir la no respuesta como respuesta, es entonces el camino más
expedito y pro activo, para que la reflexión se acelere, y se depongan
actitudes, proyectos, iniciativas, conductas, medidas, leyes y cualquier cosa
que pueda estar fastidiando o por fastidiar la vida de los dominicanos.
Se han utilizado diversos
nombres para denominar esta acción de la
no respuesta colectiva. Claro está, que el llamado debe hacerse sin el interés
de candidaturas, sin el interés de hacer daño, pero con el firme propósito de
no ceder, hasta que las medidas sean depuestas, y el compromiso de cambio
verdadero e inmediato se perciba como una realidad.
Para esto tienen que
terminar pues, el accionar de los oportunistas, que sin tener esa influencia personal
ética pro activa en la colectividad y en su vida privada, quieren adueñarse de
todos los escenarios, con el simple hecho de brillar o ser tomados en cuenta. Para
luego claudicar soterradamente a cambio de algún nombramiento. Esto ha sido
parte clave de la misma destrucción ya profunda de nuestro sistema operante.
No se puede pensar por lo
tanto en un llamado que haga un cuadro político de ningún partido, o que haga “un
activista social oportunista” que cambie de carril y quiera adueñarse de los
temas que pertenecen a toda la colectividad. No caben tampoco sindicalistas
traidores a los intereses que hace tiempo no representan a su colectivo, ni a enviados
como lobistas para darle larga a lo que ya es inevitable.
Ese llamado deberá fluir de personas
que puedan percibirse como confiables, que no represente intereses partidarios
y que estén dispuestos a dar la cara en representación de los verdaderos
intereses nacionales, para que la motivación no tenga precio y mucho menos se
permitan el lujo, de ser mercancías de
intercambio ante las invitaciones de mercurio.
Elegir el no como respuesta colectivo
implica, estar todos a una para por un tiempo determinado, quedar cruzados de
brazos, sin siquiera marchar o salir a protestar. Sencillamente sacar una silla
a la puerta de su casa y solo mirar hacia donde le alcance la vista, sin hacer
nada, sin proferir palabras. Y claro, tomarse varias mañanas completas en esta
actitud, de forma tal, que terminen los abusos, se depongan las decisiones,
leyes o medidas abusivas contra la población.
A algunas personas no les
gusta nombrar a ese no como respuesta,
con el titular conocido, ya que el nombre técnica e históricamente aplicable es
la desobediencia civil. Pero ni
modo, habría que comenzar por donde más duele y para ello, los mismos sectores
económicos deberán apoyar para que este no como respuesta sea total, impactante
e inevitablemente exitoso.

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