SENASA: estilo, verticalidad y expiación
Julián Padilla
Recientemente se han
compartido informaciones de primera plana que indican que el entramado de
corrupción de SENASA, había sido planificado, diseñado y prácticamente acordado,
antes del nombramiento del director de esa entidad, hoy en día encausado por
temas de corrupción.
Se habla incluso, que había
recibido sobornos y beneficios desde antes de ocupar la posición de un grupo de
personas físicas o empresas, que posteriormente participarían en el entramado
de corrupción y se beneficiarían de este “súper defalco citado en la prensa
nacional”.
Aunque en lo particular
pienso que se trata solo de la punta de iceberg lo que hasta ahora se conoce, y
que esa cultura de la corrupción necesariamente golpea otros entramados e
instituciones del estado, el mismo tema de las AFP y los Riesgos Laborales, queremos recordar esos postulados que en
alguna ocasión “un compañerito” me manifestaba, muy alegremente esperando una
victoria electoral o algún nombramiento.
Este amigo me citaba lo que
muchos decían históricamente: “somos gobierno, a lo que vinimos. Pero sáquenme
lo mío y no hagan escándalos”. Siempre me recuerdo de esas expresiones, pues
definen claramente el pensamiento que se tiene, cuando nos sentimos con el
derecho de participar del reparto del botín de guerra, luego de una victoria
electoral.
Decíamos recientemente, que difícilmente
se pueda encontrar alguna entidad pública, que no haya sufrido en algún momento
los embates del saqueo de los fondos públicos. Pero así mismo que no se
verificara la frase proverbial: “la honestidad no es privilegio de los años,
sino de la cuna”, o dicho en dominicano: “hijo de gato casa ratón”.
Pero centrándonos en el caso
SENASA y no por tener a mano documentación, sino por lo que puede inferirse de
las informaciones compartidas en la prensa, pensamos que este caso explotará en
las manos de “gente poderosa e importante”, y más que salpicar, podría ahogar
personalidades y dejaran sorprendidas a todo el pueblo dominicano y al mundo.
El estilo de gobernar que ha
mostrado el primer magistrado de la nación, que puede ser definido como micro
management y quizás acompañado con ese deseo de brillo y estrellato. Es decir,
que se ha mostrado afinidad con participar hasta en pequeñas cosas y además de
manera personal anunciar medidas, logros, avances, ha sido hasta vocero y tomado decisiones, pasando por encima de los
mismos funcionarios.
Esta principalía mostrada y
lograda con fines reeleccionistas, puede
ahora pasar factura y colocar al primer mandatario en posiciones difíciles,
pues los grandes problemas nacionales, lucen estar mas que no resueltos, en un limbo
operativo, aunque se mantienen los afanes de
comunicar progreso. Y luego se conocen los errores, falta de calidad, y
hasta situaciones de corrupción administrativa.
El involucrarse personalmente
en tantos detalles, lo hace vulnerable y a la vez, lo coloca en una posición
donde ser juez y gerenciar, podría valorarse como un conflicto de interés. El
estilo de gobernar que se volvió un formato en todas las instituciones del
estado, involucra al presidente en todos los éxitos y fracasos institucionales.
Cosa que podría ser peligroso cuando se habla de temas de desfalcos y
corrupción administrativa.
Si además del estilo de
liderar o gerenciar, le sumamos la verticalidad, que implica, que cuando se
trata de la utilización de los fondos públicos no solo guían los presupuestos,
sino que se necesita la autorización de la superioridad, entonces una situación
de corrupción detectada hace aún más peligrosa la situación de los
involucrados. Y más critica la posibilidad y necesidad de imparcialidades.
Se cuentan de expresiones
que en su momento, y antes de esta etapa de judicialización, había dicho en voz
alta en palacio nacional, el ex director de SENASA, al indicar en palacio: “si
caigo caemos todos”. “no voy a caer solo”.
Este simple comentario, es
mucho más que un desahogo, mucho más que una patada de ahogado, es un
señalamiento, que pudo dar pie en el compas de espera, a negociaciones, para
salvar situaciones de inteligencia de estado, o con una solución pre acordada y
solapada, asumir la responsabilidad del chivo expiatorio.
Es que la logística y la
pragmática de este proceso de corrupción, pues según se ha dicho se trata de
algo planificado, podría hasta cuestionar la silla de alfileres, de no
producirse una estrategia expiatoria conveniente.
Pero si nos situamos a la
fase previa a la implementación del plan de saqueo y defraudación al estado y
al país, si se tenía un plan, entonces se conocía del nombramiento, y al
concretizarse, entonces caben muchos cuestionamientos, para poder definir con
claridad el entramado y su red mafiosa.
El entramado, lo
planificado, el nombramiento, el estilo, la verticalidad, el “potencial chivo
expiatorio”, todos estos lucen ser elementos, que en una matriz de riesgo dan
alta probabilidad de factibilidad. Sin embargo hay santos que no pueden
desvestirse mientras se oficia una misa, y otros que sí. Y de repente no
conviene a la paz social, que pueda existir de hecho un enjuiciamiento que
pueda envolver funcionarios, legisladores, y hasta la primera magistratura del
estado.
Ustedes perdónenme la letra,
pero lamentablemente la credibilidad existente en el país hacia los
funcionarios públicos, está muy cerca de cero y por ende, si ejercemos el
pensamiento sistémico, estratégico, critico y analítico, muy difícilmente
podamos dejar de ver este tipos de posibilidades.
Lamentablemente lo que
estamos viviendo como nación, empobrece la visión que como país podríamos
tener, y las perspectivas de mayor participación en actos de corrupción crece,
como “mudus operandi” de los que se suman al tren gubernamental. Parece ser,
que el mensaje es, “roba mucho ahora y devuelve después”. Y que los sistemas
están dispuestos y mejorados, para hacer factible una justicia retributiva,
donde al final del proceso, todos quedamos felices y adinerados.
Sin embargo la patada del
ahogado está vigente, y eso que se planteó como amenaza o desahogo, de que “nos
hundimos todos”, hacen posible un escenario, donde el trauma en la gestión del
gobierno puede complicarse al extremo de la inoperatividad.

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