Reciprocidad, dignidad, lealtad: ¿Incondicionalidad?
Julián Padilla
Hay una palabra que ejerce
mayor influencia y que condiciona la existencia de la lealtad. Esta palabra es
la reciprocidad, pués da sentido a un espíritu que se aferra a la dignidad y si
tiene apego a la integridad, a valores y a principios, muy difícilmente se
pueda caer en la trampa de la incondicionalidad.
Mucha gente persigue la
incondicionalidad, sin embargo, ni siquiera siembran la semilla de la lealtad,
pues no se da la reciprocidad con sus colaboradores. Muchos malos gerentes con
el criterio de “para eso te pago”, le es suficiente para mantener un clima
toxico y de maltrato en sus ambientes de trabajo.
Hace un par de días me
detuve a mirar un episodio de una serie interesante. Se trata de una mujer que
había decidido emprender y abrir su propio bufete de abogados.
Sin embargo, al llegar ese
famoso día primero de abrir puertas, desde que entró comenzó a corregir a la
recepcionista. Y en menos de 3 minutos ya le había llamado la atención cinco
veces.
Pero la ejecutivo notó algo
que no comprendía, y es que no vio a nadie del staff, luego de que había hecho
acuerdos serios de trabajo. Cuando le pregunto a la recepcionista por ellos,
esta le manifestó, que cuatro personas habían llamado para renunciar. Y la frustración
de esta abogado experimentada, emprendedora fue tremenda.
Aunque la realidad comenzó a
desvestirse al continuar con los episodios siguientes que dieron un giro a
nuestra impresión inicial, y con esta llegamos a preguntarnos: ¿y quien pueda
trabajar con esta tirana?
Me quedo con este ejemplo, a
propósito de los criterios de dignidad, reciprocidad, lealtades e
incondicionalidad que son los componentes del tema que queremos considerar.
Pero una pregunta
fundamental nos viene de inmediato y partamos del criterio de que no se negocia
la dignidad. ¿Es posible construir
lealtades sin reciprocidad y dignidad?.
En estos momentos de la
historia estamos presenciando la antesala a una gran traición universal, de
aquellos que propugnaron todo el camino, por tener ambientes de trabajo con
personal leal a la empresa y al cliente. Pero que por el afán de la súper
productividad no responderán con reciprocidad. No solo por la rotación de
personal que se prevé, sino por la misma cesantía en nuestro caso.
La ruptura de estas
lealtades o la construcción de las mismas, se sustenta con patas de una mesa,
remendadas y muy frágiles. Y aunque en la última década ha existido una
estabilidad relativa, con una rotación de personal no tan alta.
La lealtad del cliente luce
amenazada. La lealtad de marca se sustenta con grandes inversiones e
innovaciones tecnológicas a pesar de la inflación.
La lealtad de los empleados
hacia los directivos, entre los directivos y entre los mismos iguales, ha
pasado de estar en jaque a estar en stand bye y ahora se vuelve a una jugada mortal
en el tablero de ajedrez.
Las automatizaciones, tanto
en los procesos de manufactura como de los trabajos de oficina, crearan una
oportunidad muy importante de ahorro de costos fijos, y con ello se volverá a la
etapa de duelo organizacional.
Por el impacto de la disrupción
prevista, habrá un sentimiento de
traición. Ya se conocen de casos de despidos de personal utilizado para
entrenar la propia inteligencia artificial.
¿Dónde queda la lealtad y la
reciprocidad con estas experiencias que se tipifican como una buena práctica en
estas automatizaciones? ¿Cuánta toxicidad acumulada habrá pues en los nuevos
ambientes de trabajo?
No dudamos de que existan
empresas con una política seria de respecto a la ética, y la dignidad humana y
la responsabilidad social. Y que colaborarán con el personal saliente para que
este pueda relocalizarse, en el caso de que fuese posible.
Pero ya conocemos las
discusiones que se tienen en el congreso que no terminan solo por el tema del
derecho adquirido de la cesantía. Y nadie menciona esta gran rotación de
personal que vendrá y como eso afectara la calidad de vida de la gente.
Mientras tanto, al parecer
no dejamos de estar cerca de la razón, cuando indicamos que el problema no es
la cesantía, sino la cesantía. Esto desde la óptica de los nuevos desocupados o
nueva gente ociosa.
Pero desde la visión que
puede identificarse en la otra cara de la moneda, se trata de no honrar ese
pasivo laboral que debió ser acumulado por años y reservado anualmente, para
utilizarlo correctamente en cumplimiento con la ley vigente.
Al momento en que se apruebe
el nuevo código de trabajo, con o sin cesantía, el pasivo laboral acumulado
deberá pagarse, apegado a la ley que le acumuló. Esto porque las leyes no son
retroactivas.
Sin embargo volviendo a la
optimización de productividad y los ambientes de trabajo, las lealtades están
seriamente amenazadas, y cabe nuevamente la pregunta que hemos hecho públicamente
recientemente: ¿Quién tiene el poder?.
¿Qué pasaría si los
colaboradores se ponen a una y deciden entre otras cosas?:
1) no entrenar a la
inteligencia artificial
2) no informar a entrevistador
alguno que desee documentar la forma
como se hacen las cosas en los procesos que maneja.
3) mantenerse con las manos caídas
hasta que no se le dé la seguridad de cumplimiento con sus derechos adquiridos.
4) oponerse abiertamente a
la implementación de los procesos relacionados con la inteligencia artificial
en la empresa.
Y una pregunta final que
podría hacer esto que decimos como totalmente posible y predecible: si la
empresa no puede garantizar lealtad hacia sus empleados, ¿porque los empleados
serán fieles a pesar de que ellos mismos deban desfilar al paredón?
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Su opinión es importante!
Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.