El negocio de la democracia representativa
Julián Padilla
El principio fundamental
para la mafia y el engaño sostenido de la democracia es la representatividad. Para
ello la idea fenomenal de los partidos políticos como supuestos defensores de
los intereses populares, y como carrosas idealmente buenas, pero en la práctica
carrosas fúnebres de la libertad. La representatividad es peor que una utopía o
un mito, una burla social, que sirve como punta de lanza al negocio vital de la
democracia.
Algunos elementos
fundamentales dan forma a este negocio. El manejo de los fondos públicos por
los gobiernos de turno, la posibilidad de la reelección no solo presidencial,
sino de todos los cargos electivos y plenos constitucionales, la imposición de
líneas políticas convenientes a los intereses de las cúpulas políticas
partidarias y sus negocios afines, todo esto para la definición absoluta de lo
que sería el quórum en las cámaras legislativas y también para el control de
los plenos y demás entidades con incidencia importante en el acontecer
nacional.
Ahí tiene usted las
entidades sin fines de lucro, pero que se lucran evidentemente el mismo
presupuesto nacional y saben bailar la música que toque cada gobierno de turno,
con tal de mantener la hegemonía en sus entelequias, mientras se continúa con
el reparto del botín de guerra, es decir, del erario.
El negocio de la democracia
comienza con los partidos, que deben mantenerse vivos, para que no muera la
malsana representatividad del sistema. Pero aunque con algunas excepciones de
golondrinas que jamás hacen verano, algunos curules representan ventorrillos
políticos que sumados todos jamás llegan a un porcentaje considerado electoralmente
mayoritario.
Pero todos son bienvenidos y
necesarios, si, aspire usted también a la presidencia, puede hacerlo. Comience
a su danza y a dar a conocer su propuesta. Su participación aun sabiéndose que
no será exitosa es conveniente, para que no se complete el sepelio de un
sistema degradado y degradante que hace ya varias décadas dejo de funcionar y
de representar.
El negocio de la democracia
es así, siempre habrá recursos, que se reciban directamente o que se puedan
recibir como consecuencia de convertirse en aliados del próximo defalco
nacional, es decir, en apoyo al próximo partido de gobierno. Ah, pero los súper
funcionarios de turno, son semidioses, que se visten de arrogancia y de poder,
claro está con su eterna compañera, esa bacinilla que se le sube a la cabeza
con excrementos cuasi sagrados.
El negocio de la democracia
es realmente una gran mafia sistémica, donde buscar la verdad es uno de los
pecados mortales, que condena para siempre a quien la busque a una virtual
exclusión social. Esta todo el sistema engrasado, para un funcionamiento optimo
para que se perpetúe la mafia contagiosa de la falsa democracia. Y cada medida
que se toma, solo busca reforzar el predominio de un sistema, que beneficia a
quien gobierne. Eso incluye, a los nuevos cuatreros que lleguen al poder luego
de un acuerdo electoral y sucesoral.
La mafia debe continuar, la
cosa nostra no puede perecer, el negocio de la democracia es lo vital y para
ello, los cabecillas de los carteles mayoritarios que aglutinan los grandes
capos de la política, siempre se toman juntos los mejores vinos y degustan los
mejores manjares, mientras el soberano mandante fragmentado, por aquello de
divide y vencerás, no encuentra el cauce adecuado para enfocar el rio de la
verdad y la prosperidad de todo un pueblo.
Imponer lo conveniente a la
perpetuidad del la clase mafiosa de los carteles de la política, hace que cada
gobierno busque de manera sinequanon su auto protección, y por ello, las
aspiraciones despóticas de cada nuevo gobernante. Y para lograrlo, se necesita
repetir la frase de un ex presidente cuyo menú siempre luce adornado de aletas
de tiburón podrido: mi congreso, mi justicia, mis fiscales, mis jueces, mis
generales, mi cámara de cuentas, mi defensor del pueblo, mi junta central
electoral, mis altas cortes.
Una podredumbre absoluta, un
sistema totalmente diseñado y permisivo, para que cada nuevo gran capo de la política
imponga sus conveniencias, mientras le arregla el camino a un falso enemigo que
le sucederá. Ahí está el detalle de la falsa competitividad electoral de alta
gama. Aunque siempre se dan algunas notas disonantes, al cambiar de la guitarra
para el violín, y al llegar al poder, pueden producirse algunas sorpresas, mediáticas,
fácticas y estratégicas.
El negocio de la democracia,
es decir, la partido mafia, aunque
quebrada en apariencia en el corazón del pueblo, subsiste, gracias a los
carteles, al populismo, al clientelismo y a las falsedades, pues al parecer
quedan todos a una, pues la teta de la vaca hay que mantenerla entre nosotros,
y el que venga atrás, que arree. Pero con el auge más rentable y profundo, y es
la penetración a la gran mayoría de los partidos convocación de poder del
dinero proveniente del lavado y el narco tráfico.
La situación ha sido tan
seria, que hablar ya de narco partido, narco política, narco congreso, y narco
estado, es el pan nuestro de cada dia, y se pronuncian estos calificativos ya
sin asombro, por el costo que implica una candidatura en tierra de Colon y de
Pedro Santana.
El oportunismo, los famosos
tránsfugas que tienen también un alto costo, suman a las pretensiones
económicas de los carteles mayoritarios, que hacen y harán cualquier cosa con
tal de llegar y mantenerse en el poder. La vocación democrática es tan incierta
como lo es la falsa representatividad. Pero finalmente, lo que importa en el
negocio de la democracia, no es el país, no es cumplir promesas de campaña,
sino coger de pendejo cada vez al pueblo dominicano, para seguir subidos en el
palo.

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