Santos, cómplices y calieses
Julián Padilla
Pensándolo bien, fuera del
papel de establecer alguna semilla de fe
y algún código moral que puede servir para fomentar familias y sociedades
con principios y valores de lo correcto, la mala cata que surge de lo que institucionalmente es una iglesia, es la
proyección de una santidad real o fingida, y de una complicidad y espionaje
indiscutible, para perpetuar el estado al que se adhieren, y que lamentablemente
se ha convertido en una penosa actividad mercurial.
Pero las vestiduras están
siendo quitadas y la desnudez es parte del resultado de la verdad que no puede
detenerse. Sin importar que se trate de católicos o evangélicos, caer en las
manos de un ministro o un sacerdote, es caer en las manos de un delator, pues
se debe más que al reino al poder que le sostiene.
La prostitución de la política
hace rato que permeó todo lo que luce proyectar una imagen de
institucionalidad, y eso incluye necesariamente entidades públicas, ONGs,
Partidos Políticos, Iglesias y cualquier tipo de organización, que no fluya con
la libertad del espíritu de verdad, ese espíritu indomable e indetenible, que
va y viene donde quiere.
Santos porque en teoría son
separados, y dedicados al evangelio y a la verdad, pero con un auto engaño y engaño
hacia los demás, tenebroso e infernal, al igual que lo fueron los denunciados
fariseos de la época del maestro.
La historia es la misma
desde el punto de vista político. El mismo sanedrín pero del siglo XXI se
encarga de manipularlo todo, y de comprometer cualquier cosa, con tal de tener
parte del poder y seguir pegados como ventosa a las tetas del sistema.
El concordato en la iglesia
católica que los evangélicos tanto golosean, y por lo cual tanto ha intentado
lograr el apoyo del gobierno de turno, es algo que debe ser dejado atrás.
Ese pensamiento trujillista aún
perdura en las relaciones iglesia-estado amarrados a ese infernal concordato.
Solo hay que ver los rangos militares que tienen los obispos en tierra de
machepa, que los obligan a fungir más que como sacerdotes, como militares al
servicio del mismo comandante en jefe de las fuerzas armadas.
Es decir, parte de la misma
mafia de la política y la partidocracia, parte del mismo sistema, que las
mismas sagradas escrituras aborrecen, pues ellas mismas te gritan : renovación
de la mente, no te sumes a ellos, que ellos se sumen a ti.
¿Qué papel espiritual
plausible puede llevar a cabo un sacerdote o ministro de alta gama, no importa
de cual denominación, si está apegado al sistema podrido, al fango y a la misma
corrupción indetenible?.
No es entonces de extrañar
que se vean situaciones como las criticadas recientemente con el depuesto
arzobispo de Santo Domingo, que bien podría ser un chivo expiatorio, para manipular
situaciones aún peores, que podrían cuestionar a la iglesia como un todo.
Pero vamos, ¡súmese a los
famosos retiros, haga rico a los ministros y vaya y confiese todos sus pecados
a un hombre que no representa al reino de Dios, sino al sistema corrupto y
corruptor!.
Por esto mismo, esa cueva de
ladrones que denunció y echó hacia afuera el maestro de Nazaret, es la misma
que podemos encontrar en muchas iglesias, matizadas por una institucionalidad
que es más poderosa que la misma fe.
Y también en otras
instituciones como el mismo congreso nacional. Es más, hasta el mismo tribunal
constitucional ya está en franco conflicto con la moralidad y los principios
del reino. Es que la moral no tiene nada que ver con la ley y mucho menos con
los mandatos globalistas.
Tal vez por eso Wachtman Nee,
ese predicador chino, habla de que da lo mismo la iglesia católica y la evangélica
desde el punto de vista institucional y sostienen el sistema babilónico. Y que
no es lo mismo reformar que restaurar la iglesia, para que sea igual o muy
parecida a la iglesia primitiva. Así la reforma luterana mejoró el tema
doctrinal, pero dejo intocable los aspectos institucionales.
Las iglesias que conocemos
hoy en día, todas se aferran a un mismo esquema. Un monólogo, donde no hay
espacio para lo orgánico y la espontaneidad.
Y algo muy crítico a nivel
mundial, un sectarismo con mas de 40 mil denominaciones cristianas, donde todas
dicen ser la iglesia verdadera. Parece que debe existir un buen negocio en las
corporaciones de la fe.
El papel de las iglesias en
la experiencia contemporánea y post moderna, ubica al sacerdote y al pastor,
como figuras que buscan más el reconocimiento propio, más que el crecimiento espiritual
de los que le visitan. Aunque “de labios me honran, pero su corazón está muy
lejos de mi” confirma Isaías.
El esquema es el mismo, se
ha sustituido el altar por un espectáculo, que va desde lo musical, a lo
sobrenatural, donde la manipulación de conciencias y emociones son parte del show, y pesan más que el mismo
evangelio. Por algo en algún momento nos referimos a los Chamanes del
Evangelio.
Santos, cómplices y calieses.
Santos porque se venden como separados aún estando amarrados al mundo de una
forma apoteósica; cómplices porque son parte del sistema corrupto que le
sostiene; y calieses, porque cumplen el rol de delatar más que restaurar, para perpetuar
el sistema fangoso imperante.
Mientras tanto, me auto
asigno 11 padre nuestros y ya no mas ave marías, porque el papa le quitó la
fama a la virgen, hasta que uñita se lo
lleve y venga otro papa y mande esa decisión para el carajo, junto a nuevas
mariconadas y pedofilias que sin lugar a dudas llegarán.






