Pichones de Dictador Sin Tropas
Julián Padilla
Pululan unos cuantos
pichones de dictador pero están más lejos de la silla de alfileres que el
difunto chapita. Aunque se confiesan admiradores de las dictaduras y aplauden
decisiones que se dan en otros países, pero con culturas muy diferentes a la
nuestra.
Criticamos los abusos que se
cometen a diario en nuestras calles, pero pregonamos y aplaudimos esas
decisiones dictatoriales de otros países. Y nos convertimos en aliados de las conductas
abusivas en el territorio nacional.
Parecería que solo ellos
tendrían el talento para imponerse hasta por encima de la ley o creando leyes
dictatoriales como ocurre en esas naciones.
Utilizamos las cornetas para
oponernos por ser opositores, criticamos todo sin aportar soluciones, o sin advertir
los caminos desviados y sus potenciales efectos, sencillamente no agregamos
valor a la corrección de entuertos, debilidades de gestión o la convivencia pacífica.
¿Y de verdad se tiene la
esperanza de algún día llegar a ser gobierno?. No se contando con que, pues una
cosa es criticar lo que está mal hecho, y eso lo hace cualquier persona, a
pretender la primera magistratura del estado, sin virtuosidad y sin un equipo
honorable.
Todo parece indicar que una
coalición de avivatos está conspirando, con el propósito de crear situaciones
que obliguen a ceder un pedazo del pastel. Un chantaje barato, eso es pescar en
rio revuelto.
A pesar de que lo que más
necesita el país, es reducir los brotes de violencia que se desesperan por
surgir. Pero no por el liderazgo fallido de estos honorables, sino por los
problemas reales que agobian a la nación.
Utilizar los medios y la
redes para abiertamente hacer llamados al desorden no le hace un caro servicio
a la nación. No es cierto que la única manera de protestar o de oponerse a
decisiones o situaciones inaceptables, sea el tomar las calles e imitar los
ejemplos de la furia NEPALI.
Si toda esta oposición se
hiciera pensando en el bien del país, y no porque queremos el poder a cualquier
precio, seria lógicamente plausible. Pero hacerlo con fines de lograr un golpe
blando, es inaceptable y un abuso contra la nación misma.
¿Qué capacidad de
convocatoria tienen realmente estos pescadores en rio revuelto?. ¿Y es posible
capitalizar el descontento real existente en el país, sin mostrar siquiera algún
grado de credibilidad, o una hoja de vida limpia, sin tachas y sin colas que
pisar?.
No es un asunto de hablar
duro o bonito, tampoco de decir verdades. Sino de que realmente prediquemos con
el ejemplo, sin amenazas, sin arrogancias, sin prepotencias y hasta sin
extorsiones subliminales.
Pero es difícil encontrar
talentos que surjan del mismo bote de la política infestada, y que no tengan
las mismas prácticas maliciosas, que luego se muestran cuando se está muy cerca
del botín de guerra. Si ser diputado en ciudad Trujillo implica un
financiamiento de mínimo 60 millones de pesos, ¿cuánto se requerirá para la
presidencia de la república?. Y sin contar con una estructura solida, cuadros
políticos con brillo propio, es muy difícil competir o pretender lograrlo.
Todos podemos aspirar y declarar
incluso que aspiramos a ser presidentes de la república. Pero en tierra de
machepa no hay mesías, tampoco líderes que
inspiren a quitarse el sombrero sin ánimos de lisonjear. El esfuerzo puede
dejar una siembra para un posicionamiento en el mercado de la política, eso sí.
Pero a la larga, la tendencia que vemos serán otras posiciones electivas, entre
las cuales podrían estar: alguna diputación y hasta una sindicatura.
Ya esta realidad ha golpeado
a otros soñadores con estructuras bien formadas y con tradición partidaria, y
el resultado está latente. Llegará pues el momento del aterrizaje, y se
ajustarán las expectativas. Pues si no se cuenta con el apoyo cierto de un
partido mayoritario es muy difícil acariciar la Ñoña.
No vemos pués posibilidades
reales para el surgimiento de algún fenómeno en la política local, que pueda convertirse
en un nuevo gladiador vencedor en las próximas elecciones. Los partidos
mayoritarios se impondrán, y la única tendencia clara que se visualiza por el
momento, es el retorno del ex presidente Leonel Fernández al palacio nacional. Y
esto no solo por las aparentes alianzas previas, sino por el terreno ganado con
sus experiencias de Estado.
Pero novatos pretender calar
en el corazón de la gente, sin una hoja de vida envidiable y plausible, sin un
partido mayoritario detrás, hace inviable cualquier discurso por bonito que se
escuche. “Es que lo que somos grita tan fuerte, que no se escuchan nuestras
palabras”.
Pero esta misma verdad sin
embargo, no tiene el mismo impacto, cuando se cuenta con un partido mayoritario
y con las estructuras adecuadas que le apoyan. Lo mediático, lo mercadológico y
las alianzas, se encargan de limar cualquier aspereza o hacer olvidar cualquier
entuerto.
Ciertamente, el discurso de
atracción será el mismo, cuando seamos gobierno. Pero como en toda orquesta
volverán a producirse los desencuentros entre la guitarra y el violín. Y
lloverán rápidamente las quejas y la nueva pérdida de popularidad. Ya la
partidocracia subsiste con respiración artificial.
Y que cosa podría hacer un
hombre aquí y otro allá, si no se cuenta con un equipo de talentos, y donde se
pueda decir como decía Lao Tse: al final cuando se consigan los objetivos, el
equipo dirá, lo hicimos nosotros.
Es que en nuestra cultura, si
otro del equipo brilla, le cortamos las alas, así es la mediocridad de la
mayoría de los presidenciables. Las mismas características caudillistas muestran
todos los que aspiran, con o sin posibilidades reales a utilizar la silla de
alfileres. Todos son una tranca, unos leones afeitados.
Pero a la larga, al participar
en la misma “rat race” y navegar en el mismo barco de las especies políticas,
muy difícilmente el resultado pueda ser otro, que más de lo mismo.



